Alpha


Decía el mitólogo Joseph Campbell que todo inicia con una historia. Esa necesidad de contar historias responde al deseo del ser humano de comprender su lugar en el mundo. Los mitos, según Campbell, son historias de la sabiduría de la vida, son claves para nuestro potencial espiritual más profundo capaces de llevarnos al deleite, a la iluminación y al éxtasis, por lo tanto han sido la inspiración de todo lo que haya podido surgir de las actividades del cuerpo y de la mente humana[1].

Alpha despliega la mitología personal de Cesar González, un artista motivado por comprender su origen y el del ser humano desde una constelación de creencias, descubrimientos, imágenes y experiencias materializadas en obras realizadas con una notable economía de medios, pero evocadoras de una gran intensidad emocional que responden a preguntas existenciales como: ¿De donde vengo (venimos)? ¿Cuál es mi (nuestro) propósito? ¿Hacia donde voy (vamos)?

Si bien González traza una historia que abarca temas universales de gran magnitud como la naturaleza, el paisaje, el Cosmos, los mitos, el lenguaje, la escritura y la relación del hombre con su entorno, el artista logra—a manera de aforismos visuales— condensar y formalizar tal dimensión en obras de escala íntima que evidencian su esencia.

Lo vemos asumir el papel de arqueólogo en cada manifestación plástica que nos presenta, pues desde su intención de indagar en la historia de la humanidad y en su pasado familiar, González trae a la luz y reinterpreta valiosos fragmentos de conocimiento olvidado en los que se ha fundamentado la vida humana y las civilizaciones. De este modo sus obras operan como guiños que nos revelan cuán alejados permanecemos de aquella información valiosa y vivificante. Lo vemos asumir el papel de arqueólogo en cada manifestación plástica que nos presenta, pues desde su intención de indagar en la historia de la humanidad y en su pasado familiar, González trae a la luz y reinterpreta valiosos fragmentos de conocimiento olvidado en los que se ha fundamentado la vida humana y las civilizaciones. De este modo sus obras operan como guiños que nos revelan cuán alejados permanecemos de aquella información valiosa y vivificante.

A manera de prólogo, la historia de González inicia con una fotografía de carácter nostálgico en la que vemos el patio de la casa de su abuelo en medio de un día lluvioso. La vegetación verde y exuberante enmarca una arquitectura rural que durante su infancia, sirvió de escenario de sus primeras experiencias con la naturaleza, dando lugar a la construcción inicial de su cosmos personal. Esas manos que en tiempos pasados recogieron ramas y piedras y las dispusieron en aquel patio, las vemos ahora solidificadas gesticulando una postura de cuenco o bóveda celeste, aludiendo a la relación entre el hombre y sus entornos natural y cósmico. Ese proceso alquímico que le confiere vida a las manos de bronce, entra en resonancia con una gran selección de dibujos que en su mayoría representan a los Alquimistas, uno seres místicos—algunos inspirados en personajes mitológicos— que encarnan ideas arquetípicas y dan cuenta de diversas vivencias humanas, unas asociadas a lo espiritual, otras centradas en fenómenos celestes y terrenales.

La silueta de un caminante sosteniendo una viga de madera andando en medio del agua, evoca a un hombre primitivo que emprende un largo camino en busca de alimento o nuevos territorios. También rememora a Odiseo, el héroe de la mitología griega conocido por su eterna travesía de regreso a Ítaca, su ciudad natal. El caminante por lo tanto, es aquel Alquimista de diminutas proporciones plasmado en papel que, al cobrar vida, emprende una larga caminata de introspección para eventualmente dar paso a un estado de definición. Ese carácter meditativo del caminante en movimiento es vertido en tres piezas fotográficas que revelan las connotaciones espirituales y el valor emocional de la experiencia paisajística. La inmensidad del paisaje estelar de Alpha Centauri es efectivamente aprehendida cuando es contrastada con un objeto tan pequeño como el miniescalímetro. La grandiosidad del paisaje celeste se hace evidente en una secuencia de imágenes que captan la caída del sol y su sobrecogedor efecto cromático; la apariencia divina del paisaje natural se percibe en una imagen de la Sierra Nevada del Cocuy en la que una luz deslumbrante baña la nieve difuminando los limites entre el cielo y la tierra, lo tangible y lo intangible.

La historia de González carece de un final. Acercarse a Alpha es emprender un viaje por el cosmos personal de un artista que se relaciona con el mundo de manera íntima. Alpha, por lo tanto, constituye una mínima parte de un gran universo en continua expansión que va tomando forma desde una gramática de símbolos que están ahí para ser descubiertos.

Paula Bossa

[1] Joseph Campbell, El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito, México D.F, Fondo de Cultura Económica, 2014, pg. 17.

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