Carlos Alfonso: Shapes of Visions that Fly at Night
“Shapes of Visions That Fly at Night” es un viaje a través de geografías reales y alteradas, un tránsito por desiertos, montañas y jardines botánicos donde las historias se entrelazan con la biología, la superstición y los sueños. El cortometraje construye un territorio movedizo en el que memoria familiar, saberes de plantas medicinales y fenómenos inexplicables conviven sin jerarquías, invitando al espectador a adentrarse en un universo donde lo visible y lo invisible se confunden.
La narración inicia con el recuerdo de un padre y de las semillas que dejó como legado y sirve como puerta de entrada a una constelación de relatos que expanden la frontera entre la ciencia y el mito. En ella, la botánica deja de ser únicamente un registro taxonómico para convertirse en un lenguaje espiritual que articula vínculos entre especies, cuerpos y percepciones. Milpiés, hongos que resplandecen en la oscuridad, cultivos que adquieren autonomía y plantas que heredan poderes medicinales sugieren un mundo donde la materia viva está atravesada por energías, historias y posibilidades que exceden la razón.
El caballo, figura recurrente en el filme, aparece como una suerte de mediador entre dimensiones. A veces, emerge como una metáfora; otras, como un ser domesticado que refleja deseos humanos o proyecciones inconscientes. En este vínculo entre humano y animal, la obra señala un territorio donde la percepción es susceptible a desbordes, donde los límites entre visión, alucinación y revelación se desvanecen.
Testimonios y referencias se desplazan entre culturas, tiempos y sistemas de conocimiento. La mezcla deliberada de voces crea un tejido narrativo que no busca establecer verdades absolutas, sino mostrar cómo los humanos han interpretado y manipulado el mundo natural a través de creencias, clasificaciones y deseos. Al reunir estos materiales en un mismo plano, el cortometraje cuestiona la validez de las fronteras entre lo racional y lo especulativo, y evidencia cómo ambas esferas coexisten en la construcción de nuestras visiones.
La obra también sugiere que la percepción está profundamente atravesada por la materia: sustancias químicas, toxinas y proteínas alteran sentidos, transforman cuerpos y producen imágenes capaces de reconfigurar la experiencia del entorno. Las visiones que experimentan los personajes (caballos luminosos, objetos insertados en cuerpos, figuras deformes) emergen como manifestaciones de una biología que afecta el pensamiento, la emoción, la imaginación. En esta lógica, se plantea que ver no es un acto neutral, sino un proceso condicionado por fuerzas visibles e invisibles que operan simultáneamente sobre el cuerpo.
La película sugiere que la acumulación de visiones, su migración por la columna vertebral, su fijación en órganos, su desplazamiento a objetos, forma parte de una historia más amplia sobre cómo las sociedades intentan dar sentido a lo indecible. Sus imágenes funcionan como restos arqueológicos de sueños, un archivo de saberes y delirios, fragmentos de cosmogonías que han sido desplazadas, replicadas o distorsionadas por el tiempo. La obra invita así a una reflexión sobre la fragilidad del conocimiento y sobre la manera en que las narrativas humanas son capaces de transformar la percepción, ya sea para clarificarla o para hundirla en la penumbra.
En este cruce entre memoria, biología y mito, el filme propone un territorio donde lo natural adquiere dimensiones espirituales, donde los cuerpos se convierten en depósitos de historias y donde la noche, como espacio de incertidumbre, se abre como un umbral para otras formas de ver. “Shapes of Visions That Fly at Night” no busca resolver el misterio de aquello que aparece entre sombras, sino acompañar al espectador a través de él, recordando que las visiones que nos rodean, como las plantas que crecen, los animales que nos observan o los relatos que heredamos, tienen la capacidad de transformar no solo lo que vemos, sino la forma misma en que entendemos el mundo.